15/1/11

Túnez, estado soberano



Leo, tanto en 'La Razón' como en 'El País', una editorial y un artículo firmado por El Houssine Magdoubi en los que se transmite el mismo mensaje: Europa es culpable de lo que ha pasado en Túnez y pasa en otros países como Marruecos, Argelia, Egipto, Libia o Mauritania; porque no hacen nada, sostiene el editorialista del primero o apoyan sin fisuras, en opinión del segundo, esos regímenes.

Debo reconocer que, desde que me siento obligada a escribir cada día una entrada en mi blog, soy mucho más solidaria con los periodistas. En mi caso, es una disciplina auto impuesta,  fruto de mi voluntad y de un compromiso conmigo misma pensando en los posibles lectores, que tienen derecho, cuando abren esta bitácora, a recibir una muestra de respeto y estima, al menos en forma de esfuerzo por mi parte. Los periodistas viven de esto, tienen un contrato, hay días en los que las noticias son tan pocas que cuesta triunfos encontrar algo interesante. Yo puedo no escribir un día, puedo optar por una entrada literaria, ellos no y por eso ya no suelto sapos y culebras cuando les leo cosas que a mí me parecen tonterías.

Permítamne que justifique la muestra de mala educación del calificativo anterior. De los tres significados que tiene la palabra tontería, en este caso se aplica el segundo: acción o comentario falto de razón, fundamento o lógica. Recuerden que he titulado la entrada como «Túnez, estado soberano». Esa es la clave.

Uno de los principios sagrados en Derecho Internacional es el de «no injerencia en asuntos internos de otros estados». Es cierto que esa injerencia existe, que las propias organizaciones internacionales de países se meten con mucha frecuencia en los asuntos internos de otros países en forma de embargos comerciales, incluso intervenciones armadas bajo el pretexto de que esos países ponen en riesgo la seguridad de otros. También es cierto que, de forma solapada, se hace esto constantemente, a título particular, mediante complejas operaciones de Inteligencia, destinadas a generar las condiciones necesarias para la caída de un régimen.

No es menos cierto que quienes hoy culpan de los problemas de Túnez a Europa, si se descubriera mañana que los acontecimientos que estamos viviendo son fruto de una operación de Inteligencia de la UE o de EEUU (cosa que no hay que creer, pero tampoco descartar), los mismos que se quejan de que Europa o los Estados Unidos son culpables por sostener ese régimen corrupto, saldrían en tromba a protestar, afear y descalificar una acción de este tipo, argumentando que es una injerencia incalificable en la política de ese país.

Lo cierto es que, en principio, nos enfrentamos a una realidad: ningún país puede inmiscuirse en los asuntos internos de otro. Por lo tanto, acusar a Europa de que es culpable porque ha cumplido la normativa internacional, es una tontería. 

También lo es desde otra perspectiva; porque esa acusación entraña la idea de que los tunecinos son, como pueblo, criaturas necesitadas de protección, con una preparación insuficiente para tomar el control de su destino, forjar el tipo de país que desean tener y necesitan que los maduros, desarrollados y ejemplares países poderosos se ocupen de sus asuntos.

¿Alguien osa exigir a Europa que ayude a los rusos a sacudirse un gobierno corrupto que no respeta los derechos humanos? ¿Alguien osa pedir que Europa o USA intervengan para que China modifique su actitud en materia de Derechos Humanos? En el primer caso, nadie y en el segundo, lo hacen con la boca pequeña, conscientes de que la reclamación no puede ir más allá de una respetuosa manifestación de un deseo de Occidente, nunca una exigencia basada en medidas de fuerza.

Esta es la gran falacia y la vergonzosa realidad que existe en esas acusaciones del articulista de 'El País' o los lamentos del editorialista de 'La Razón' opinando que lo ocurrido en Túnez es el fracaso de Europa. Tras esa afirmación existe un sentimiento de superioridad: como nosotros somos mejores, estamos obligados a tutelar a estas pobres criaturas, ese es nuestro deber, porque son pequeños, poco relevantes, incapaces de dotarse de un gobierno moderno, de una separación de poderes, de  unas leyes que defiendan los derechos humanos. Lo de Rusia o China es otra cosa. Están en otra división.

Si aplicamos esa tesis, también Europa es culpable de la situación de Grecia, Italia, Irlanda, España o Bélgica y con mucha más razón. Todos formamos parte de la UE, lo que pase en cada uno de estos estados afecta a toda la Unión y era evidente que las políticas que se estaban siguiendo nos llevaban a la bancarrota. Tenían razones mucho más poderosas para poner el mayor interés en intervenir para abortar la derrota que seguíamos; porque esta sí les afecta de modo grave. Por lo tanto, son culpables sin paliativos, han fracasado...

No. No. No. En ningún caso. 

Incluso en el marco de la UE, todos sus miembros son estados soberanos. Es responsabilidad de sus ciudadanos lo que ocurra en ellos. Si un partido, otro o ninguno, atrapados en la maquinaria, son incapaces de proponer para la presidencia una persona solvente, tenemos voz, cauces y medios para plantarnos ante sus sedes y hacerles saber que no queremos ese candidato. Tenemos las urnas cada cuatro años para elegir, tenemos el derecho de petición para vetar leyes o proponer leyes y la fuerza del grupo para obligarles a que nos hagan caso. 

Lo que ocurre es que la democracia exige que nos impliquemos, que tengamos, todos y cada uno de nosotros, una idea clara de las prioridades y que no adoptemos una posición de vasallaje ante los líderes, que no sea más importante que ganen los nuestros, que su capacidad para resolver los problemas que afrontamos como país.

El asesino es el culpable, el único culpable del crimen. El estudiante que suspende es el responsable único de sus notas. El país en su conjunto es el único responsable de su destino. 

Echar las culpas a otros de los fracasos propios, es el principal problema. La postura correcta es analizar la situación, determinar las causas, examinar las soluciones y hacer lo necesario para que se apliquen. 

Ese es el camino: grabar en nuestra alma, en lo más hondo y potente de nuestro ser, una vieja fórmula de interpelación al poderoso: «Vos, que nos sois más que nos y nos, que juntos somos mucho más que vos...». 

Juntos, unidos, conjurados para no tolerar manipulaciones, absolutismos, ninguna decisión o actitud que nos perjudique como nación. Nos, por encima de todo, porque valemos mucho más que vos. 

El día en que un pueblo asimila este principio, pone la piedra angular para la construcción de su sociedad. Mientras no lo haga, se limitará a ser vasallo y eso tiene muchas y muy graves consecuencias.

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