26/1/11

El estado de la Unión y el estado de la Nación



Barack Obama


Mientras leía esta tarde la traducción ofrecida por 'El País' del discurso completo de Barak Obama, Presidente de los EEUU, no podía dejar de apreciar el abismo que existe entre su discurso y los que nos endosan nuestros presidentes sobre el Estado de la Nación.

Lo primero que salta a la vista es que, al tiempo que ofrece una exposición de los logros y fracasos políticos del año 2010 y los planes de futuro que perfila, la forma de comunicación es directa, clara, no se pierde y pierde al auditorio con la lectura de cifras, como se hace aquí, cuando el discurso sobre el Estado de la Nación, muestra un presidente que, más que un líder, parece el Interventor General del Estado, la mayoría no entendemos sus números y porcentajes y todos nos aburrimos mucho.

El segundo aspecto que llama la atención es la visión panorámica que ofrece de la escena política: a lo largo de todo su discurso involucra a los republicanos, les anima a abandonar la confrontación estéril y formula una y otra vez la petición de que ayuden a mejorar las deficiencias de las leyes ya aprobadas mediante propuestas, con el compromiso firme de que las estudiará con todo interés y las hará suyas, al igual que hará con todas las iniciativas que sirvan para mejorar los resultados del programa que pretende poner en marcha.

Dentro de esta línea, hay dos aspectos más que resultan envidiables. El primero, que se dirige a los republicanos con respeto y pone de relieve que es consciente de que necesita su ayuda; pero a la vez, les exige, con suavidad y respeto, que antepongan los intereses de los ciudadanos a los partidistas, que formen un equipo en las cámaras para sacar adelante el programa que propone, de forma que el resultado sea el mejor posible para los ciudadanos.

El segundo aspecto está en el contexto de esa oferta. La está formulando no sólo para los asistentes al acto, sino ante toda la Unión. El ciudadano americano tiene una conciencia muy clara de que su voz cuenta. Allí, las marrullerías, las mentiras y las irresponsabilidades de nuestros políticos son imposibles. Los representantes han de escuchar a sus electores y si no defienden sus intereses, pagan un precio muy alto. Del mismo modo, el Presidente queda atado por los compromisos y ofertas que formule en su discurso. Allí no sería posible que un presidente pida ayuda al Congreso, «que arrime el hombro» la oposición y cuando le presentan enmiendas, estudios, dictámenes sobre cualquier materia, desecharlo y no tomar en consideración ese trabajo. 

Otra de las cosas que han despertado mi interés (y reconozco que mi admiración) fue esa mixtura en el discurso, pensando tanto en el auditorio político, como en los destinatarios civiles, hablando para ambos a la vez, mezclando mensajes de alto contenido político con descripciones directas, humanas, de la vida del ciudadano de a pie.

Por ejemplo, cuando expone su programa de medidas para relanzar la economía a través de la innovación y la investigación, no suelta una batería de datos farragosos, recurre a un ejemplo claro y directo:

Robert y Gary Allen son unos hermanos que poseen una pequeña empresa de techos en Michigan. Después del 11-S, enviaron a sus mejores operarios para ayudar a reparar el techo del Pentágono. Pero la mitad de su fábrica se quedó sin uso, y la recesión les hizo mucho daño.
Hoy, con ayuda de un préstamo oficial, están usando ese espacio vacío para fabricar paneles solares que se venden en todo el país. Como dice Robert: "Nos reinventamos".

Cuando habla de los requisitos para relanzar la economía del país, empieza por la educación, llama a la familia a sentar la base; porque, recalca, es la única que puede hacerlo, inculcando a los niños una educación en la disciplina y el esfuerzo. Luego pasa a la segunda escala: la escuela. Reivindica el papel de los maestros, pidiéndoles a los ciudadanos que tomen conciencia de la importancia crucial de su trabajo, pone de relieve que para innovar e investigar, hace falta que los jóvenes reciban una excelente formación y resalta las carencias del sistema educativo; pero al final pone una luz de esperanza:

Por ejemplo, veamos el colegio Bruce Randolph de Denver. Hace tres años, era una de las peores escuelas de Colorado; situada en el terreno disputado por dos bandas rivales. Sin embargo, el mes de mayo pasado, el 97% de los alumnos de último curso obtuvo su diploma. Casi todos van a ser los primeros de sus familias que van a la universidad. Y, después del primer año de transformación del centro, la directora que lo había hecho posible tuvo que enjugarse las lágrimas cuando un alumno le dijo: "Gracias, señora Waters, por demostrarnos... que somos listos y que podemos conseguirlo".

Es obvio que estamos hablando de otro mundo, no porque sea el Presidente de los Estados Unidos, no porque tenga otra formación y otra cultura, sino porque sabe que ni siquiera el presidente de los Estados Unidos puede llevar a buen puerto sus políticas si los americanos no las secundan y su principal misión es ilusionarlos, involucrarlos en el proyecto, hacerles ver que las cosas, aunque vayan mal, han mejorado y es posible un futuro de prosperidad no muy lejano, a condición de que ellos trabajen por construirlo y el Gobierno les proporcione lo necesario para que fructifique ese esfuerzo.

No niego que tras la brillantez del discurso puede esconderse una dosis de demagogia; pero no se aprecia en grado relevante. La apelación al sentimiento, la pulsación de mecanismos emotivos de los ciudadanos no siempre es demagogia. La demagogia es una conducta política basada en el engaño, la forma corrupta de la democracia (Aristóteles) y no se aprecia esa corrupción, a primera vista, en este discurso.

Es el discurso que necesitamos nosotros: vamos a hacer esto, emplearemos esta estrategia para conseguirlo, estas son las medidas que nos van a llevar al objetivo y ustedes son quienes tienen que encargarse de hacer lo necesario para que logremos llegar donde nos proponemos. 

Espero que un día, si puede ser más pronto que tarde, tengamos un presidente que sea capaz de dirigir este país con unos programas objetivos y bien definidos. El resto, ya lo haremos nosotros, como siempre.

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