Fotografía ABC
Nos cuenta la prensa de hoy que Gadafi declara que su pueblo le ama y está a su lado, que es una minoría manipulada por Al Qaeda y los islamistas la que está organizando las revueltas y que arreglarán esto pronto (excelente artículo de Antonio Caño desde Washington en 'El País). Ayer aparecieron en distintos medios artículos y entrevistas en los que psiquiatras reputados hacían un análisis del tirano poniendo de relieve una personalidad paranoide, convencido de que él tiene la razón y los demás están equivocados, que a lo largo de los años se ha fabricado un mundo narcisista, egocéntrico, rígido e intolerante. (Alejandro de la Gándara y José Cabrera para 'El Mundo').
Desde luego, nuestro presidente no es un terrorista, aunque parece que le fascinan los terroristas y no tiene ningún empacho en tratarles como hombres de paz e interlocutores válidos. Hay una distancia entre las negociaciones del paz con ETA y Lockerbie, es evidente.
Sin embargo, la actitud de nuestro presidente es muy parecida a la del libio. El egocentrismo, la desconexión con la realidad, que niega de palabra o de obra, el narcisismo, la confianza en que los españoles le adoran a despecho de las evidencias y que aceptarán todo lo que él disponga; la rigidez de sus posturas, la permanente destrucción de quienes considera enemigos o rivales o el intento de triturarlos, cuando menos, guarda un estrecho paralelismo.
Para muestra un botón: Cuando acepta, por fin, que España está sumida en una crisis de dimensiones bíblicas, con cuatro millones setecientos mil parados, la pequeña y la mediana empresa (la fuente por excelencia de puestos de trabajo) arrasadas y el sector hostelero muy tocado por el descenso del gasto que imponen las circunstancias, no recorta gastos donde de verdad se va el dinero a espuertas.
No dispone por ley que se reduzcan empresas públicas, fundaciones y otros comederos que no son fuentes de creación de riqueza, sino pantallas destinadas a desviar fondos públicos de forma opaca. No reduce el parque de coches oficiales, no elimina teléfonos móviles con cargo a los presupuestos, no racionaliza el gasto, no adopta medidas para revitalizar la economía.
Opta por paralizar la obra pública, generando más crisis, tanto por el problema que supone para las empresas y la reducción de puestos de trabajo en el sector, como la supresión de una política de mejora en las comunicaciones, vital para la revitalización de la economía cuando el temporal amaine.
Opta por un ataque frontal a la hostelería con su campaña antitabaco. Vale, es muy malo y hay que obligarnos a los españoles a mejorar nuestros hábitos; pero no es el mejor momento para acometer esa medida que agudiza de forma alarmante la crisis del sector.
Cada ley que sale a escena incluye la creación de órganos de control, seguimiento o sanción. No se encomiendan las competencias a otros ya existentes, se opta por aumentar el peso muerto de los organismos del estado.
Una muestra palpable está en el informe que está rematando el Consejo General del Poder Judicial sobre el proyecto de Ley de Igualdad de Trato. Debe ser que una ley no tiene categoría, en opinión de nuestros gobernantes, si no crea, al menos, un órgano nuevo. En este caso, la Ley de Igualdad de Trato y la No Discriminación, crea un Alto Órgano, sea esto lo que sea, para que vele por la igualdad de trato. Más gasto, más despilfarro, más madera para que la crisis se mantenga pujante.
Lo gordo es que ese Alto Órgano entra en conflicto de competencias con el Defensor del Pueblo. Debe colaborar con él, eso dice la Ley; pero como señala el CGPJ, la indefinición es la pauta de la Ley. No se señala qué conductas son las que se consideran discriminadoras, no se definen los tipos (téngase en cuenta que tanto en materia penal como administrativa, cuando conlleva sanciones es obligatorio determinar con toda claridad qué conductas son punibles o sancionables con todo detalle, para garantizar la seguridad jurídica), con lo que el conflicto está servido de antemano.
Es decir: cuando andamos pelados, pidiendo créditos para atender los gastos corrientes, con la economía colectiva e individual hecha unos zorros, nuestro presidente continúa acumulando problemas, gasto, conflictos e incluso, fomentando la delación.
Si no es un paranoico ajeno a la realidad, ególatra, ensimismado en su mundo de fantasía, convencido de que la adoración de los españoles es tan ciega que vamos a soportar todo lo que disponga, que alguien me aclare cómo se puede explicar que incida día a día en conductas que están llevándole, sin remedio, a un descalabro electoral.
Una muestra palpable está en el informe que está rematando el Consejo General del Poder Judicial sobre el proyecto de Ley de Igualdad de Trato. Debe ser que una ley no tiene categoría, en opinión de nuestros gobernantes, si no crea, al menos, un órgano nuevo. En este caso, la Ley de Igualdad de Trato y la No Discriminación, crea un Alto Órgano, sea esto lo que sea, para que vele por la igualdad de trato. Más gasto, más despilfarro, más madera para que la crisis se mantenga pujante.
Lo gordo es que ese Alto Órgano entra en conflicto de competencias con el Defensor del Pueblo. Debe colaborar con él, eso dice la Ley; pero como señala el CGPJ, la indefinición es la pauta de la Ley. No se señala qué conductas son las que se consideran discriminadoras, no se definen los tipos (téngase en cuenta que tanto en materia penal como administrativa, cuando conlleva sanciones es obligatorio determinar con toda claridad qué conductas son punibles o sancionables con todo detalle, para garantizar la seguridad jurídica), con lo que el conflicto está servido de antemano.
Es decir: cuando andamos pelados, pidiendo créditos para atender los gastos corrientes, con la economía colectiva e individual hecha unos zorros, nuestro presidente continúa acumulando problemas, gasto, conflictos e incluso, fomentando la delación.
Si no es un paranoico ajeno a la realidad, ególatra, ensimismado en su mundo de fantasía, convencido de que la adoración de los españoles es tan ciega que vamos a soportar todo lo que disponga, que alguien me aclare cómo se puede explicar que incida día a día en conductas que están llevándole, sin remedio, a un descalabro electoral.
3 comentarios:
Ay, Dña Carmen, yo cambiaría la paranoia de Zapatero (no es un paranoico) por el síndrome de Eróstrato, aquel pastor de las montañas griegas-que no de León-que incendió el templo dedicado a Artemis en Éfeso, para pasar a la posteridad. Zapatero es artero y lo único que le importa es la fama, aunque para ello tenga que agarrarse a un clavo ardiendo de las ruinas del templo que él ha incendiado.
Con esta dinámica él y sus acólitos, a cual más necio, han convertido España en una ruina económica y moral en la que todos tenemos un proceso pendiente de regañinas y prohibiciones sin saber por qué. Simplemente Kafkiano, y todos nos sentimos como una "kafka" (¿Qué me pasa doctor?) en este país con un gobierno hipertrofiado que actúa como un cancer.
Un saludo.
A propósito de la fotografía: la actitud de Leire Pajín, abarcando su enorme cuello con la mano, me recuerda a aquella escena de "El Verdugo" en la que Isbert calcula la talla de camisa que usa su futuro yerno.
¿Será una premonición?
No me descarga el vídeo, Jano. De todas formas, insistiré. Gracias por su visita.
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